viernes, enero 06, 2006

El 6 de enero y sus polvitos de Carnaval

Lo mejor del 6 de enero no son las carrozas, eso es para los turistas. Ni ponerse a jugar, echando talco y espuma a todo el mundo. Lo mejor es que todo el mundo sale, es un pecado quedarse en la casa cuando todo el mundo está jugando (echando talcos). Eso hay que aprovecharlo, la casita sola es una oportunidad que no se puede perder. Lamentable que este año no haya con quién, pero recuerdo dos ocasiones en que la pasé muchísimo mejor bien acompañado y acobijado que viendo carrozas.

Qué bien que la pasamos esa vez. Ella tenía 17 y yo 22. A lo mejor y hoy lo recuerde igual que yo.

As bad as usual

Uno lo sabe. Y bien que lo sabe.

La vida es absurda; aún cuando tenga sus momentos, la mayor parte del tiempo es una mierda y no es mucho lo que se pueda hacer al respecto, pero si uno escoge seguir con todo este drama (casi siempre aburrido) mejor hacerlo con alegría. ¿O no?

miércoles, enero 04, 2006

De festividades, cumpleaños y ritos

Para mí cumplir años es, por decir lo menos, engorroso, cuando no definitivamente insoportable. Aunque la cuenta ya es larga solo recuerdo 4 veces en que he pasado el cumpleaños fuera de Pasto. Una en Cartagena cuando cumplí los 10, que la pasé paseando; otra en Bogotá, en un Jamboree, esa vez solo yo sabía que estaba cumpliendo; otra en Carmen de Apicalá, que ha sido la peor, porque no hubo torta ni trago... ni siquiera agua para bañarse en ese calor horrible. La última vez fuera de Pasto fue también en Bogotá, con una vieja que ya no quería vivir conmigo.

Y en Pasto es peor, resulta que mañana (5) es el día de los negros, pleno carnaval y nadie (diferente a la mamá) se acuerda de que ese día me TOCA cumplir años. Porque si hubiera podido elegir no se me habría ocurrido peor fecha; hasta un 24 de diciembre es mejor. Todos los años madre se encarga de recordarle a mis tíos (11) que hay que partir la torta, y por ahí a las 7 u 8, cuando ya todos están bien chumados pasan por la casa para ensuciar todo, partir la torta y de paso presentarme a 20 personas que ni me interesa conocer ni jamás en la vida volveré a ver.

Ese será mi triste destino mañana, soportar estóicamente tíos borrachos y gente desconocida para partir un pastel en 5 minutos y luego todos de nuevo a seguir jugando los carnavales. Poco alentador, a menos que me de por perderme y regresar el 6; pero eso sería una afrenta que madre nunca perdonaría.

Aparte de los desagradables pronósticos para mañana, es bueno balancear la situación contando que el 31 se la pasó muy bueno... hasta milagros (esperados) ocurrieron esa noche. También hay que reconocer que el matrimonio de mi hermano estuvo perfecto, y me hizo darme cuenta que a pesar de todo es un rito que puede ser muy bonito y además útil (recogieron como 6 millones en la lluvia de sobres). Aunque toda esa parafernalia de vestidos y recepciones y serenatas y ligas y etc... puede ser desesperante, ahora es evidente para mí que el rito tiene su sentido, y que si uno está convencido bien vale la pena pasar por todo eso. Me estoy haciendo viejo. Se busca víctima. Informes aquí.

PS: Uno no sabe cuánto quiere sus gafas hasta que las pierde.