jueves, marzo 17, 2005

Unos pocos momentos felices

Hace como unos 4 años estaba una noche de viernes en mi casa, juicioso y
sin ganas de salir. Como a las 9 y media de la noche recibí una llamada
de Luis A.; me dijo que estaba en la finca de unos amigos en un
pueblito cercano, se escuchaba que estaban tomando y pasándola muy
bueno. Me llamó no tanto para invitarme, sino para que me buscara la
manera de convencer a Poema (sí, ese era su nombre) de ir allá.

No tenía mucho que hacer y el plan de ir a tomarme unos tragos en un
clima menos frío me tentó. Tomé un taxi hasta la casa de Poema y cuando
llegué ya eran las 10 pasadas, sin embargo ella atendió el timbre y no
tuve problema. No creí que tuviera muchos problemas para convencerla,
pero ella tenía sus razones para no ir... nunca había hecho nada
parecido, eso de salir a las 11 pm a pasar la noche con un tipo en una
finca no era precisamente su idea de un plan de viernes por la noche.

La razón por la que escribo esto es para recordarme el argumento que la
convenció: le dije que dentro de unos diez años, si se quedaba en su
casa muy juiciosa no recordaría nada acerca de esa noche, pero si iba
conmigo y pasaba la noche en la finca de unos tipos que no conocía y
durmiendo con el man que tanto quería, eso sí que lo recordaría y que
por recuerdos como esos es que vale la pena vivir.

Ahora recuerdo una foto tomada hace mucho, tal vez ocho años: estamos
Y y yo acostados boca abajo en el colchón, desnudos y como
cuchichecheando, aunque nadie nos podía escuchar... no creo que hayamos
llegado a estar más cerca el uno del otro que aquella vez, y sé que aún
cuando no existiera la foto igual no podría olvidar ese momento.

Luego, ¿vale la pena vivir la vida solamente para tener esos momentos
sublimes y después recordarlos?